Friedrich Nietzsche: "Cuando contradecimos a alguien, la mayoría de veces, no es por lo que dice sino por el tono que utiliza".
Desgraciadamente, aveces, la conversación es un desgaste de energía tremendo que, incluso, hace plantearte si merece la pena seguir intentándolo.
Hay quien piensa que sí; el arte de la conversación está muriendo. Cada vez es más difícil mantener una conversación debido a que hoy no queremos conversar, queremos convencer. La mayoría de las veces contradecimos una opinión cuando en realidad es el tono en que se expresa lo que no nos gusta.
Un gran conversador entiende que la conversación es un alimento intelectual para ambas partes, y este, sobre todo, quiere aprender.
Quienes disfrutan conversando pretenden nutrirse de las ideas de los demás, de sus experiencias, de sus conocimientos... porque de alguna manera esto amplía el aprendizaje.
Quien pregunta debe tener un interés real en escuchar la respuesta, y quien responde debe tener un interés real en responder a la pregunta.
Hay gente que acapara la conversación, no dejan hablar, la palabra es de su posesión. Hay otra gente lacónica, escueta, breve, seca y monosilábica, que cede la conversación en vez de estimularla. Los hay que le dan mil vueltas a un mismo concepto, para dejarlo claro, y que de tanto repetirlo lo vuelven confuso y ambiguo. Hay gente excesivamente apasionada, que grita y no cede nunca la razón. Hay gente con diarrea verbal, que sólo expulsa mierda constante y fluida…
Y después hay otra gente que comunica, que intercambia ideas y da acceso a su sabiduría. Gente que enseña, que enriquece, que aporta, con la que aprendes en cada frase que suelta. Gente sincera y coherente, que lo que dice casa bien con lo que hace. Que no interrumpe y busca la interacción, huyendo siempre del monólogo o la competición. Gente que no inventa ni exagera, que no presume ni ofende, que no repite ni divaga. Gente con infinitos temas de conversación, no con uno sólo que lo desgastan hasta el aburrimiento.
Habría que preguntarse, a veces, a qué grupo pertenecemos.
Es absurdo esperar que todos estén de acuerdo con nosotros. Incluso si estamos completamente convencidos de que la otra persona está equivocada.
Hay que saber escuchar. No podemos anticipar lo que la otra persona va a decir, ni adivinar sus palabras. Hay que escuchar siempre hasta el final antes de responder. Para ello, breve es mejor que largo.
La modestia previene la antipatía. No tenemos que demostrar ser la persona más inteligente de la sala; sólo recordar que el fin de la conversación es nuestro alimento intelectual.
La conversación tiene que aportar, tiene que sumar... por lo que debemos evitar criticas esteriles que resten o contaminen lo que puede ser una buena conversación o incluso discusión.
Quizás deberíamos pensar sobre ello e intentar luchar contra uno de los mayores peligros para las sociedades modernas de este siglo XXI, el aislamiento, la polarización, la falta de comunicación, la muerte de la conversación.
Creo que sí!! ...debemos intentarlo!!
... ¿Y tú qué piensas?, ¿es este un peligro real?
... ¿Está muriendo el arte de la conversación?
... ¿Vas a participar e implicarte en su continuidad?
Texto y fotografía:
José Jurado Pérula.
Fuentes:
ElPaís.com
Historia-arte.com
Cult.gva.es